la apertura hacia nuevos lenguajes que se dan a partir de la década de 1990, y bajo la influencia de ciertos referentes del diseño gráfico posmoderno que apuntaron a dotar a los productos y comunicaciones de discursos abiertos y polisémicos en oposición al estatuto de neutralidad del diseño moderno, emergen nuevas formas de relato en el diseño gráfico local. La crítica a la distinción entre alta y baja cultura permite la integración de lenguajes disímiles en propuestas gráficas que rescatan lo popular y lo vernacular como elementos que también son propios de la cultura visual del diseño.